Para este tema me interesó el libro denominado Política y arte de la conmemoración. Memoriales en América Latina y España, de Katherine Hite, que compara El Valle de los Caídos, en España, El ojo que Llora, en Perú, las bicicletas estampadas en los muros de Argentina y el Memorial de Paine, en Chile. Puesto que el libro no lo logré encontrar en ninguna librería, he decidido yo realizar una comparación entre el Valle de los Caídos, que ya había tratado en un trabajo, y otro de los memoriales que son incluidos en el libro. Para analizar el Valle de los Caídos utilicé un artículo de Alfredo González Ruibal [1] y para analizar el Ojo que Llora en Perú he utilizado un artículo de Mabel Moraña [2]
El Valle de los Caídos es un gran mausoleo, construido, por ordenes de Franco, cerca de Madrid, para aquellos que murieron en la guerra civil, para el fundador de la falange José Antonio Primo de Rivera y para él mismo. Aunque el proyecto comenzó inmediatamente después de la guerra, usando trabajo forzado, la construcción terminó en 1959, después de numerosas peticiones de Franco de aumentar el tamaño del edificio, una basílica subterránea.
Aproximadamente 40.000 individuos están enterrados en esta basílica. Aunque algunos afirman que este sitio fue hecho para recordar a las personas que murieron en la guerra civil, la realidad es que la participación de los republicanos es minoritaria, además de que todo en este monumento fue concebido para exaltar a Franco y a la iglesia católica.
El edificio está inspirado en el Monasterio El Escorial. De hecho, la idea era construir el monumento de modo que quedara inscrito en la ruta real en las montañas cerca de Madrid, donde El Escorial y el Palacio de la Granja están localizados. De esta forma, el gobierno de Franco era presentado como la continuidad lógica y natural de los reyes españoles. Aunque el monumento está construido en su mayoría en un estilo neotradicional, existen también elementos modernistas, los cuales incluyen las colosales plataformas de los edificios y las esculturas y el estilo de las estatuas.
Actualmente, el Valle de los Caídos está incluido en lo que se denomina "patrimonio nacional", una serie de sitios históricos que pertenecían a los reyes de España. Como parte del patrimonio nacional y debido a su localización estratégica, el Valle recibe numerosos visitantes. Sin embargo, no existe ninguna señalización que lo contextualice.
En cuanto a él, la Comisión Constitucional del Congreso aprobó, el 16 de octubre de 2007, el proyecto de Ley de Memoria Histórica, en la que consta un artículo referente al Valle de los Caídos. Este artículo, aprobado con el apoyo de todos los partidos políticos, es una nueva regulación para despolitizar el Valle, convirtiéndolo exclusivamente en lugar de culto religioso. Así, la fundación gestora del Valle de los Caídos tendrá entre sus objetivos la honra de la memoria de todos los caídos en la Guerra Civil y en la posterior represión política. Además, en ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política, ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo.
Más allá del intento de despolitización que se quiere lograr, me interesa cómo intentan lograrlo, ya que se pretenden excavar sitios de trabajo forzado donde vivían los prisioneros que construyeron esta edificación y es que, precisamente, un elemento no se entiende sin el otro. Esto es lo que creo que se debe hacer en cuanto a la arqueología del periodo franquista y fascista, es decir, excavar los distintos sitios y situarlos en su contexto.
Por otro lado, el Ojo que Llora, en Perú es una escultura conmemorativa, erigida en el Campo de Marte, parque de la municipalidad de Jesús María, pieza que constituye el elemento central de la Alameda de la Memoria, en la Ciudad de Lima. Éste estuvo a cargo del arquitecto peruano Luis Longhi y constituye un espacio en el que honrar a los caídos en la guerra interna que tuvo lugar en el país a partir de 1980.
Este complejo arquitectónico ocupa en total unos 1 500 metros cuadrados, aloja en su centro un monolito de granito negro de poco más de un metro de altura que constituye el núcleo de la construcción donde se ubica El Ojo que Llora. De la piedra encontrada en la Bahía de la Independencia, en Paracas, en forma de ojo incrustada en el peñasco mayor, manan continuamente gotas que simulan el llanto y que van a dar a un pozo de agua que rodea a la roca principal, convertida así en fuente o manantial. En torno a este núcleo se trazan once círculos concéntricos que delinean un laberinto de mármol. Esas sendas permiten al visitante pasar junto a todos los cantos rodados, que están dispuestos a lo largo de los senderos circulares, y en los que están inscritos los nombres de las víctimas.
En torno a este memorial también existen polémicas, como existen en el Valle de los Caídos, ya que, al igual que lo que sucede en el Valle de los Caídos, en éste se ha querido despreciar a una parte de la población, que es la población indígena quechua-parlante y que fue la más afectada por dicho conflicto. Uno de estas polémicas es el hecho de que se ubica en el espacio blanco-criollo de la ciudad limeña y que el encargado de las comisiones se haya referido a los indígenas usando términos que señalan barbarie.
A partir del análisis de estos dos monumentos se puede observar que estos monumentos pueden no abarcar las realidades históricas de los conflictos que sucedieron, debido a que aún existen condiciones sociales y políticas que determinan su creación y musealización.
[1] GONZÁLEZ, A., 2009. «Topography of
terror or cultural heritage». A: FORBES, N. PAGE, R. PÉREZ, G. (eds.). Europe's
deadly century. Perspectives on 20th century conflict heritage. Londres: Kemble Drive,
2009, pp. 65-72.
[2] Moraña , M. «El Ojo que Llora: biopolítica, nudos de la memoria y arte público en el
Perú de hoy». Washington University..
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